¿Quiénes somos?
El Movimiento por una educación popular alternativa (MEPA)
El MEPA tiene por objeto:
Ser un movimiento de cooperación educativa en el marco de una escuela laica, científica, democrática e integradora.
Conjuntar los esfuerzos de todas las personas y grupos que, independientemente de su financiamiento (público oprivado), ejerzan una acción pedagógica comprometida con la transformación de la enseñanza y con el fomento de la autonomía.
Constituir un espacio de análisis, debate, reflexión y acción colectiva ante los fenómenos educativos.
Apoyar y difundir los procesos de investigación y transformación educativa que enriquezcan las enseñanzas y los aprendizajes.
Rescatar el espíritu liberador y renovador de todas aquellas prácticas y reflexiones educativas que se pronuncien por el respeto irrestricto al ser humano y, en forma específica, a las y los educandos.
Actuar como un movimiento educativo autónomo e independiente de partidos y agrupaciones políticas y religiosas y del Estado Mexicano.
Favorecer la construcción de un proyecto educativo nacional que emerja de la diversidad de proyectos regionales y locales.
Pugnar por la creación y la ampliación de los espacios de comunicación que existen en los medios masivos de manera que éstos propicien y apoyen la construcción de una nueva cultura en educación.
Demandar el cumplimiento del deber que el Estado Mexicano tiene con la educación pública, gratuita y laica en todos sus niveles, así como con la ampliación de la infraestructura y los recursos que la hacen posible, incluyendo la dignificación de la labor docente en todos los sentidos.
Denunciar y combatir las políticas del Estado y de otros grupos que sean contrarias al espíritu del artículo tercero constitucional.
Vincularse con otras asociaciones, tanto nacionales como internacionales, que se proclamen por la pedagogía popular, la educación para la cooperación y la ciudadanía, y el apoyo para la transformación de la educación; en el sentido de los principios que se establecen en los estatutos del MEPA.
A partir de nuestros estatutos y considerando la grave situación por la que atraviesa la educación en nuestro
país y los riesgos para ejercer el trabajo crítico, reflexivo, cooperativo y creativo en las escuelas, así como para realizar el trabajo docente con autonomía nos pronunciamos por:
1. La consideración de la evaluación como un proceso permanente que acompaña la labor docente a partir de estrategias que se establecen en el aula para conocer el desarrollo y avance de las competencias de alumnos y alumnas en los diversos ámbitos.
2. Reconocer y considerar el protagonismo y la importancia de la participación activa de la persona que aprende en todas las etapas del proceso educativo, incluido por supuesto el de la evaluación; situación que parece estar ausente en las reformas propuestas.
3. La evaluación debe permitir a las y los docentes tomar decisiones al interior del aula, desarrollar mecanismos finos de observación para, a partir de su experiencia y de procesos de investigación autónomos, poder enfatizar en acciones, recuperar recursos y sobre todo, atender las necesidades de atención tanto cognitivas, como afectivas y sociales de los educandos a su cargo.
4. La convicción de que la evaluación, a través de estrategias de trabajo cotidiano, le permite al docente decidir sobre qué aspectos poner más énfasis, qué cambios propiciar en la dinámica del aula, qué intervenciones externas requiere para desarrollar las áreas de oportunidad de los y las estudiantes y finalmente cómo reorganizar el trabajo escolar.
5. Por todo lo anterior, creemos que la evaluación debe partir del interior del aula, ser un mecanismo de trabajo permanente del docente que requiere la confianza del Sistema Educativo para realizar la tarea que se requiere y ayudar así a las y los estudiantes en sus aprendizajes.
6. Tener presente que la evaluación que realizan las figuras docentes al interior del aula, les permite conocer los microtejidos de las construcciones cognitivas y afectivas que propician los aprendizajes. Esta visión profunda de cómo aprenden los escolares, qué se les dificulta, qué provoca su avance y cómo se retroalimentan en el trabajo cooperativo, sólo es posible cuando se conocen las interacciones cotidianas y se tiene la libertad para decidir cómo intervenir para propiciar aprendizajes.
7. Aceptar que cuando se confía en esta visión profunda del aula y sus relaciones se reconoce a quien está dentro de ella y realiza un trabajo cotidiano comprometido, y que es entonces cuando puede hacerse un diagnóstico claro de logros, necesidades y dificultades, algo imposible de lograr a través de prueba estandarizada alguna.
8. Denunciar que, al nulificar esta acción fundamentalmente educativa que realizan los docentes, a través de un corte externo, arbitrario y lejano a la forma en que las niñas, los niños y los jóvenes construyen el conocimiento, estamos descalificando la acción docente cotidiana; considerando que ninguna acción externa va a poder reconstruir ese tejido, sólo podrá tomar instantáneas fragmentadas y arbitrarias.
9. Considerar que las evaluaciones externas podrían asemejarse a la toma de temperatura y signos vitales hecha por un técnico e interpretada con base en una tabla de “normalidad”. Sólo el médico que conoce profundamente el funcionamiento del cuerpo podrá acercarse a interpretarlas y a emitir un posible
diagnóstico; su base será la observación, el establecimiento de relaciones, el análisis de datos, sus referencias de estudio y experiencia; es así como deciden cómo intervenir para la mejoría del paciente. Las y los profesores son una especie de médicos de los aprendizajes, necesitan observar con cuidado, interpretar datos, hacer preguntas, observar comportamientos, revisar sus saberes, investigar fuentes para decidir cómo intervenir. La evaluación externa que se aplica, nunca ve al paciente.
10.Enfatizar que creemos en la evaluación, en sus fases diagnóstica y formativa que proporcionan herramientas para el trabajo docente. Reconocemos que al final del ciclo, se requiere una evaluación sumativa. Por ello, insistimos en que el proceso empieza con el docente que determina una gran cantidad de indicadores de logros de sus estudiantes a partir de las múltiples interacciones del trabajo en el aula.
11. Mostrar que al dar un valor totalizador y absoluto a las pruebas definidas, aplicadas y contabilizadas
externamente, negamos las condiciones de profundas diferencias que existen en las aulas. Eso, lo
sabemos todas las maestras y maestros, por ello tomamos decisiones diversas cada año escolar, con
cada grupo diferente y podemos orientar nuestro trabajo escolar en uno u otro sentido. Se trata de un
fenómeno que no es sólo propio de México, sino de cualquier país.
12. Explicitar que la evaluación del desarrollo del grupo, construida en una observación e interacción
permanente, es la que debe compartirse con las familias para continuar el trabajo de desarrollo cognitivo,
afectivo y social en un esfuerzo conjunto. Es en ese trabajo fino cuando madres y padres comprenden
qué apoyos requieren sus hijos e hijas y cómo intervenir en el proceso.
13. Reconocer que esta evaluación compartida en el colegiado de la escuela, nutre las acciones del equipo
de trabajo, porque la problematización de las condiciones de cada aula, las fortalezas y dificultades de
las y los estudiantes, y las acciones docentes, se convierten en “buenos ejemplos” clarificadores de cómo
intervenir. Es por ello que el trabajo de Consejo Técnico es un espacio de análisis de las problemáticas
y las soluciones que cada docente realiza. Es ahí donde la interacción social es fuente de inteligencia
colectiva.
14. Mostrar que, si el sistema educativo nacional invierte las estrategias que ha utilizado para “medir”,
“comparar”, “señalar” y “culpabilizar” a los docentes en un ejercicio que no refleja lo que realmente saben
ellos y saben hacer los y las estudiantes, tal vez empiece a realizar un verdadero diagnóstico de la educación en nuestro país.
15. Afirmar que no es aplicando pruebas, enviando entrenamientos y realizando cortes arbitrarios como
mejoramos los resultados de las y los estudiantes. El trabajo se realiza desde el interior del aula; es
ahí, donde lo que se sabe del hecho educativo se traduce en realidades con nombres y apellidos; con
circunstancias específicas de vida, con contextos culturales, con bagajes físicos, neurológicos o sociales,
a partir de los cuales se tiene que trabajar. Esa tarea, la realizan las y los maestros en todos los rincones
de nuestro país; sin ella, no sería posible ningún aprendizaje. Reconocerla, es una obligación del sistema educativo nacional, y podría sacar un buen partido de ello.
16. Enfatizar la necesidad de recuperar las experiencias exitosas de evaluaciones alternativas que se han
desarrollado en nuestro país y tomarlas en cuenta en el diseño de las políticas públicas.
17. Manifestar que la Ciencia se construye cuando el estudioso de ella establece múltiples relaciones, vincula
causas y efectos, reconoce indicadores y sigue sus procesos, analiza la génesis de sus hipótesis y se
arriesga a establecer diferentes circunstancias donde confirma sus suposiciones. ¿Qué esperamos del
docente: que se integre a un trabajo de la Ciencia de la Educación, realizando un trabajo de permanente
naturaleza creativa, o que sea un técnico que aplique un programa rígido, desconociendo que el trabajo
con seres humanos requiere de una profundidad reconocedora y respetuosa de las diferencias?
Movimiento por una Educación Popular Alternativa ( MEPA) 24 de abril de 2013