Amalaka, un relato qué trinar

Por Manolo Gómez Mosquera

La Granja Escuela Amalaka está ubicada al sur de mi Colombia, en el departamento del kauka, entre un resguardo indígena Nasa y otro Misak, sobre una región muy rica ambientalmente pero olvidada por el estado en sus verdaderos intereses. En este contexto lleva 23 años luchando y haciendo resistencia educativa, proponiendo a Celestin Freinet con sus técnicas pedagógicas como un camino digno de conocer vidas para transformar destinos. Las primeras clases que se dieron en una casa de Guadua con los niños de la vereda vecina fueron desarrolladas por dos maestras claves en la raíz de esta semilla de escuela: Ana María Fankhauser y Nancy Esperanza Bolaños. Ellas dos junto con los primeros docentes de aquella generación fueron las encargadas de liderar, asumir y estimular la pedagogía Freinet para aquellos bellos infantes Nasas que miraban sorprendidos cómo aprender si era divertido. Junto con los padres de familia y los diseños esbozados por los niños y niñas de la época se dio paso a la construcción de la granja escuela.


La imaginaron en la punta de una loma, con los espirales soles de arreboladas nubes contemplando sus banderas y con caminos verdes donde correr fuera derrotar al viento. Con su granja arada de patos y gallinas que convivían pacificas entre el calor de un día sediento. En el centro, un parque de lúdicas palmeras y en su corazón una Maloka inmensa como un hongo sabio donde todos sin temor cupieran para sus magníficas asambleas. De la maestra Nancy Esperanza diremos que empezó a dar clases muy joven, en 1983 cuando a Popayán nuestra capital la conmocionó un terremoto. Por esa época ayudaba a los niños y niñas huérfanos del sismo y en aquellas carpas improvisadas les construía juguetes con el puro reciclaje. Su cuarto, lleno de elementos rescatados era un laboratorio para niños. Una mañana, cierta fundación llegó al lugar y la vieron trabajar con tanto ahínco que la invitaron a capacitarse como docente. Nancy quien aún no terminaba su bachillerato nocturno aceptó gustosa y todo su talento empezó a pulirse con la teoría pedagógica hasta el momento desconocida por ella. Una tarde, le dijeron que tendría la oportunidad de asistir a un taller de construcción de juguetes con la pedagoga Suiza Ana María Fankhauser y allí se conocieron este par de amigas del alma. La maestra Ana María por su parte habría llegado un par de años antes a Colombia desde el kanton Luzerna.

Había presenciado recién llegada la cruda realidad de la nación cuando el palacio de justicia en Bogotá fue incendiado por la mafia y el volcán nevado del Ruiz se llevó a todo un pueblo en avalancha. Allí estuvo Ana María como voluntaria de la Cruz Roja dándole su corazón a este paraíso de país tan lleno de contrastados encantos. Así descubrió el amor colombiano con el padre de sus hijos: Maya, Simón, Silvana y en su andar llegó al Kauka, tierra mística y profunda. El llamado del destino le indicó aquel territorio que ahora estaba dispuesta a defender. En su primer llegada vivió en la casa de José Stadellman, uno de los Suizos exiliados de la segunda guerra y que en estas tierras comercializaba con Fresas y leche desde Usenda en territorio Misak para vender en un parador sobre la Vía Panamericana y a través de él, llegó aquel lugar fabuloso donde los niños y niñas de la vereda en las brisas del rio “El Cofre” soñarían algún día su escuela en la punta de una loma. Así empezó Amalaka con toda la esperanza de este binomio de maestras en su bello sueño de un oasis pedagógico donde la inclusión, el arte y el amor por la naturaleza fueran las banderas que se izaran a los aires. Pero este Kauka no es una región fácil, es y ha sido el ombligo de un conflicto interminable que se llevó los millones de inversiones en educación y cultura de Colombia para las armas y las bombas de una guerra ya perdida. Todo ese capital humano y de recursos en casi un siglo se esfumó como el humo de la hoguera y el olvido fue su triste consecuencia pues cayó como un manto sobre generaciones de violentados niños y niñas. Así que nuestra educación, derecho indisoluble, quedó tirada al abandono y en esta realidad de guerra a cuenta gotas, la granja escuela con todos sus esfuerzos jamás ha bajado sus banderas en las últimas décadas. Su lucha contra una visión colonialista, religiosa y conservadora de la educación en la ciudad capital del departamento, en una región de políticas mezquinas recargadas de prejuicios dio en el centro de aquella invariante pedagógica 29 en la que Freinet planteaba la lucha incansable contra el sistema establecido por todo aquel que decida innovar o hacer vanguardia. Lentamente la semilla de la institución fue creciendo, con un autobús azul Dodge setentero para transportar nuevos estudiantes y una joven generación de maestros y maestras, junto a padres de familia y sus respectivos estudiantes edificaron “La Colmena” un diseño de Malokas conectadas como celdas de un panal de abejas, con grandes ventanales donde la luz permitiría apreciar a los pequeños de Preescolar aquel cañón de estiradas neblinas que forma sobre el dosel del bosque el cauce serpenteante del misterioso rio “El cofre”.

Cumplida la primera década se estrenaron estos salones que permitieron renovar el rostro de la escuela. Entonces la población escolar aumentó y con ella todas sus duras realidades: Así llegaron los y las adolescentes frustrados por el sistema convencional educativo donde es negada la expresión. Arribaron los niños y las niñas señalados por sus propios profesores como ineptos, inútiles o de escasa comprensión. Se atendieron a los y las que no desayunaban, a los y las que no tenían dinero para costear su educación y vivían en los barrios alejados de Popayán la capital, a todos aquellos hijos tristes y desplazados por la violencia colombiana que vieron en la granja escuela su oportunidad de ser reconocidos, visibles, queridos, se recibieron con amor y oportunidad de sembrar sus propios sueños en la granja. Así Amalaka continuo pese a todos sus obstáculos políticos y aquellos docentes que entregaron el mando a nuevos profesores pensaron de la mano de las maestras Ana María y Nancy Esperanza en cómo ampliar el nivel de secundaria y entregarle a nuestra sociedad estudiantes ya graduados como técnicos agroambientales. Aquí entro yo: Manolo Gómez Mosquera quien les habla en este texto libre. Nuestro trabajo con adolescentes nos llevó a nuevos interrogantes, a un enfoque más crítico y político, a pensar cómo vitalizar Freinet para jóvenes sin mayor horizonte de futuro en un Kauka olvidado y profundamente violentado. El pedagogo Paulo Reglus Neves Freire, fluyó como la luz por aquellos ventanales de miel. Su visión y enfoque de la realidad latinoamericana nos apoyó en la causa.

Teníamos ahora las llaves para empoderar al joven con la conciencia de los oprimidos a través de la lectura crítica de su contexto, de la palabra revolucionada, autónoma, liberadora de nuestra amplia y cósmica conexión espiritual con la Pachamama y así transformar actitudes para un nuevo mundo ético ambientalmente. Las maestras de la casa de guadua de aquella vereda por fin estaban viendo sus sueños de una escuela en la punta de la loma con sus banderas ondeantes en una honesta realidad. De este semillero fueron brotando los estudiantes que ahora son profesionales y demuestran su calidad académica y humana en sus proyectos de vida. Estas dos piernas: Freinet y Freire sobre las que camina filosóficamente la granja escuela nos llevaron a la siguiente década. Sin embargo, la gris sombra de la mezquindad política nos dio un duro golpe con el apoyo financiero departamental y en el sueldo del cuerpo docente. La institución no pudo seguir dándoles las condiciones a la mayoría de nuestros niños, niñas y jóvenes de realidades tan severas. Entonces junto con mi compañero el maestro Luis Ángel Hormaza, un nariñense llegado muy joven a Popayán pasado cinco años de aquel terremoto buscando su futuro como docente y hombre de familia que se reconstruyó el camino. Fue este musical matemático formado por un conductor de camión y una digna costurera en su Potosí ecuatorial el encargado de recoger las banderas de Amalaka y bajo su liderazgo retomaron la escuela con una docena de estudiantes.

Con paciencia, pasión y constancia estos convencidos de Freinet y sus frutos verdaderos prendieron la iniciativa y no dejaron apagar la institución. Con la ayuda de la comunidad y de pocos padres de familia con una actitud positiva se continuó el trabajo pedagógico pese a los nuevos obstáculos. La crisis, como toda transformación, terminó en una oportunidad de renovación y la Pedagoga Ana María Fankhauser con su tenacidad Suiza y Nancy Bolaños con su sentido de pertenencia indígena decidieron empezar de cero con entusiasmo ante la vida como escribía Freinet en la última invariante pedagógica. El convivir entre dos resguardos indígenas es una experiencia fascinante para los niños, niñas y jóvenes. Los Totoró, heredados del territorio por el legendario guía Juan Tama de la Estrella, rodean con su protección la vida de la escuela.

Han sido algunos de ellos con su trabajo rudo, su mirada sabia y sus manos mágicas las que han hecho producir y florecer la granja escuela. El otro reguardo es de los Misak, los sapientes guías de los sueños, fueron ellos con su visión del tiempo los que sembraron el fuego entre las rocas donde los niños lo pintaban con naranjas. Aquí llegaron con su Capisayo negro y Anaco envuelto para bautizar con niebla y Coca el respeto por nuestra madre agua y se dio origen al “Abuelo Fuego” una hoguera corazón del mundo con su calor constante que todo lo sabe porque todo lo escucha.

En las mañanas los y las estudiantes lo alimentan y allí se sientan en circular amistad a contarse sueños antes de empezar labores en la granja. La rutina escolar entonces se amplió hasta las tres de la tarde. Las artes con su pintura al muro y la música con sus tambores y flautas animaron nuestras jornadas. Luego la panadería y la bisutería ocuparon los intereses de los niños y jóvenes. Se construyeron cientos de instrumentos con la caña seca y las semillas recolectadas para sonar con ritmo andino en la Maloka hongo de las asambleas. Así la escuela se vio recuperada y poco a poco nuevos estudiantes y padres de familia fueron llegando por múltiples motivos. Al igual que familias amorosas con bello trato y calor de hogar, también conocimos a las madres solteras cabezas de familia que no sabían cómo alejar a sus hijos de las drogas y  pandillas, a las que traían el autoestima baja porque les habían dicho que sus hijos eran muros que jamás llegarían a aprender, a las abuelas rotas preocupadas por sus nietos que no lograban concentrarse ya que no sabían dónde estaban sus progenitores, a las tías responsables de la crianza de sus mal llamados “hiperactivos” sobrinos que buscaban un lugar donde transformar toda esa energía en fuente de actividad y trabajo.

Llegaron también los padres solteros preocupados pero distraídos, los hermanos mayores trabajadores desde niños que querían que sus hermanitos estudiaran para que no pasaran por su misma condición, recibimos a los niños medicados para controlar su imaginación y la rígida quietud de un cuerpo explorador, a los adolescentes rebeldes y sin disciplina que no sabían cómo desahogar su rabia e impotencia contra la triste realidad de esta nación, todos ellos, en su cada uno, vinieron a la escuela para ser reconocidos como personas dignas de respeto e igualdad educativa. Es entonces cuando la pedagogía  reinet florece y el aplicar sus técnicas con estos seres incomprendidos, señalados pero llenos de talentos ha sido el tesoro formativo de Amalaka, porque al permitírseles ser libres en un contexto sano y ambientalmente rico, al darles el poder de expresarse en sus dibujos y textos libres sintiendo la palabra como bálsamo sanador de sus emociones, al permitírseles soñar e investigar desde sus intereses y vacíos, al comprender que las acciones en grupo nos hacen solidarios y felices, al contactarse con la tierra y esperar ver crecer la semilla con su abono, al opinar y debatir en la asamblea los conflictos del día a día , al conocer su historia oral recuperando el territorio, al subir la montaña y caminar por la vereda saludando a los vecinos, al analizar el cine como instrumento de riqueza cultural del universo, al tener un bosque como laboratorio de ciencias vivas repletos dehongos, mariposas, pájaros furtivos y un rio misterioso, al leer los números en los pétalos de las flores del camino y calcular los ángulos de las construcciones de la escuela y pesar, medir, contar, saltar al son del tocar guitarra y danzar con potencia de tambores cual ballenas sobre el mar pacifico, al encontrar a dios en el día a día del sol sobre las plantas y el azadón sobre la era, al compartir los alimentos orgánicos, sanos y almorzar en paz, al ver que es posible la alegría de aprender en un país lleno de tristezas corrosivas, al sentir y realizar todas estas posibilidades de educar para aquellos infantes y juventudes desplazadas por el sistema convencional educativo; todas estas razones y muchas otras profundamente humanas, han hecho de Amalaka el oasis pedagógico que soñaron las maestras de la casita de Guadua con todas las estrategias para creer que si es posible edificar desde nuestros miedos más profundos la transformación social real ya que la guerra nos ha hecho creer que no es posible la verdad profunda de la No violencia ni el poder de ser libres como pájaros al viento. Y así otra década fue cumpliendo su final y los veinte años de esta joven escuela Llegaron a su cúspide.


La maestras Nancy y Ana María habían logrado solidificar su apuesta por una educación comprometida con la libertad, habían ayudado en la formación de docenas de nuevos maestros con la visión política de Freire y los métodos pedagógicos de un Freinet adaptado para nuestra realidad, moldeado o alejado por nuestrostemores a la innovación, acoplado a los lineamientos curriculares nacionales sin perder de vista la alegría, la espontaneidad, la dignidad y la ternura como fuente de valores. No solo habían logrado transformar estudiantes, también lo habían hecho con aquellos docentes jóvenes y entusiastas que navegarían por la vida con una actitud Freinetiana. Eso nos demuestra después de veinte años que pese a las diferencias culturales, sociales o políticas, la visión emancipadora de Paulo Freire, las invariantes pedagógicas y las técnicas Freinet son funcionales y poderosas en cualquier parte donde los niños y los jóvenes quieran expresarse, compartir y anhelen vivir con alegría su vida escolar. Sin embargo, no hay que olvidar que estamos en el kauka, al sur de mi Colombia desangrada, y los recursos económicos para el funcionamiento ideal siempre han sido nuestro talón de Aquiles. En los últimos tres años la escuela tuvo que flotar sobre muchas necesidades pues los dineros de los padres de familia no habrían logrado equilibrar los gastos y las nóminas docentes. El sostenimiento de la escuela fue solventado con dificultad para todas las múltiples facetas que construyen una Institución agroambiental. Aquí es donde la maestra Ana María y Nancy prenden sus bombillos creativos y como en la invariante número nueve el trabajo las ilumina, y piensan en un novedoso andar económico: El bingo familiar y el Eco-parque. La idea de un bingo que unificara a la toda la comunidad escolar como lo sugiere la invariante 24, incluyendo a los campesinos de las veredas del resguardo fue un acierto de la maestra Nancy Esperanza.

Se instauró para los meses de septiembre y octubre cuando la institución cumple años de funcionamiento y se integran todas las bonitas voluntades de las familias. De esta manera se diseña la fiesta del azar y el compartir entre premios y sorpresas para todos, acompañados por la gastronomía propia del exuberante Kauka crisol de culturas con su pipían de papa amarilla herencia propia de los Mayas, sus tamales, empanadas y envueltos de maíz junto al sancocho de gallina en leña de pino y roble viejo. Es la fiesta más concurrida y fabulosa que tiene la granja escuela cada año. Los colores de la armonía en tonadas de Chirimía andina junto al trabajo en equipo resaltan las alegrías necesarias para una comunidad tan dolorida por la guerra fratricida y el conflicto eterno de la Coca. Así vive mi Colombia su dolor de patria herida, con la música y el baile espanta sus demonios belicosos y se ignora por algunas horas de la noche que vivimos en la soledad del olvido y se muere a cuenta gotas. La otra gran idea para recolectar recursos económicos ha sido la apuesta de la maestra Ana María con un sendero ecológico prodigioso que de vida al Eco-parque Amalaka, zona donde se logran divisar unas cien especies de aves propias y migrantes.

La ciencia cuenta que antaño nuestra región resguardo fue un gigante robledal que cubría toda la meseta del valle de Puben: Puben fue nuestro primer gran cacique padre de “Payan” el guerrero resistente a las hordas de españoles en el periodo de la conquista de Colombia donde proviene el nombre “Po-Payan” la capital del departamento. Así es como el bosque de la escuela es una secuela de aquel gigante robledal donde trinan y esparcen las semillas la Tangara Palmera, el Cuclillo Canelero, la Esmeralda Coliazul, el Carpintero Lineado, el Mosquitero Cabecigris, el Cacique Crestado, el Garrapatero Pico Liso, el Tucanete Coli Rojo, el Tirano Piriri, la Torcaza Zenaida, la Reinita Mielera, la Paloma Arroyera, el Inca Bronceado, el Chiringue Azafranado, el Pepitero Alinegro, el Semillero Oliváceo, la Cotorrita de Anteojos, el Zopilote Común, la Loica Pechiroja, el Colibrí Cola de Canela y ochenta especies más que sobre vuelan como cometas de la madre Pachamama sobre las cabezas de los niños, niñas y jóvenes de Amalaka. Así fue como el ingeniero naval Jorge Stam después de muchos años regresó a la granja. Él fue el encargado de construir con acero vegetal aquel hongo sabio para nuestras asambleas, ahora retornaba del otro lado del pacifico para edificar la primera torre ornitológica del departamento del kauka en nuestra escuela. Para dicha labor se convocó a un taller de guadua
donde varios interesados participaron logrando hacer realidad las cabañas, la torre de trece metros de altura y un biotopo bebedero para los nocturnos seres del bosque.

En varias jornadas de trabajo estos apasionados constructores cual hormigas por las ramas de un guayabo lentamente dieron vida al Eco-parque. Ahora ya teníamos una razón más los maestros para articular los planes de estudio de las ciencias naturales a cada grado escolar con esta maravilla de bosque encantado por el duende protector del agua y las cien aves que lo circundan. De esta manera tenemos una escuela en el corazón de una reserva ambiental de la sociedad donde los estudiantes por fin pueden investigar y hacer viva la ciencia desde su torre de guadua. Estos últimos tres años han sido la lucha de la maestra Ana María por conservar los ojos de agua, los guaduales y el hogar de las ardillas, venados y nutrias de rio para que las generaciones venideras
logren verlos saltar árboles y flotar sobre “El cofre” bajo el trinar cantar del tirano tijereta gris y el Solitario Andino. Veintitrés años han pasado desde que Maya, Simón y Silvana los hijos de Ana María ahora estudiantes universitarios corrían cerca a aquellas lomas de frambuesas del Suizo Jorge Stadellman. Dos décadas largas han caminado desde que la joven maestra Bolaños Pame construía juguetes reciclados a los niños huérfanos del terremoto y La pedagoga Fankhauser Glazzmann llegaba a cumplir con su destino desde Escholzmatt en el kanton Luzerna para ser una Momposina más del trópico mágico Macondiano. Ahora queda el prestigio, el tesón y la construcción de una escuela para el pueblo que ha dado en veintitrés años toda una lección de entereza y compromiso por una nueva educación menos colonizadora, más libre y  consecuente con el territorio.

Toda una generación de maestros Freinetianos ha florecido de las mieles de una institución comprometida con la Pachamamá y su accionar micro político, ético e histórico. Son incontables las familias y la infancia a los que el sueño de estas maestras ha ayudado en un kauka herido por la guerra y sus facetas de muerte a gota a gota. Por fin un poro de paz, un espacio mínimo pero gigante donde la exclusión es excluida y la ternura es un derecho de los que quieren aprender sin agresión y menosprecio. Esa ha sido la herencia y la fortuna que la visión de dos maestras fabulosas ha logrado sembrar paz en nuestros territorios ancestrales. A ellas y todos los comprometidos de corazón con la Institución Técnica Educativa Técnica Agroambiental Granja Escuela Amalaka nuestro más sentido agradecimiento, profundo, radicular, sincero por ayudar a regar esta leyenda de pájaros colores en canciones de amistad, de ríos cofres en bosques de cultivados montes y jóvenes guerreros defensores de la madre esencia, por creer, persistir, resistir juntos con el paso de los lustros en un mundo olvidado por el estado en sus verdaderos intereses pero siempre tejiendo destinos transformados por una escuela honesta, popular y que ahora nuestros lectores de este texto libre la hacen historia gracias a las aves de la memoria que anuncian un relato qué trinar.

MANOLO GÓMEZ MOSQUERA, 1, DICIEMBRE, 2018