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En mi artículo anterior planteaba la necesidad de seguir discutiendo, no sólo sobre la problemática educativa en esta época de globalización neoliberal, sino sobre los caminos que se vienen abriendo hacia la emancipación, desde hace varias décadas en diversos espacios, especialmente latinoamericanos.
La discusión resulta inevitable, porque la educación (escolarizada o no) es y será un espacio de conflicto entre diversos modos de comprensión del ser humano; entre proyectos sociales o ideas de desarrollo, e incluso entre intereses económicos, de prestigio y poder, ya que la educación en el marco capitalista constituye una enorme “área de oportunidad”, tanto para lucrar, como para imponer en las mayorías una ideología unidimensional y homogeneizante, acorde con lo que interesa a la sociedad de mercado.
Comentaba también que participé en el II Encuentro de la "REMFA", "Red de Movimientos Freinet de América", que representó un espacio altamente esperanzador, pues dio lugar a ricos intercambios de ideas, experiencias de vida, prácticas pedagógicas, expresiones culturales, experimentos sociales y propuestas viables para impulsar otros mundos y futuros posibles.
Asamblea virtual de la Red de Movimientos Freinet de América |
Fueron muchos los temas abordados, las preocupaciones, dudas, desilusiones, impaciencias, y gratas sorpresas expresadas, los dolores, entusiasmos y sueños compartidos... Lo que más alentó fue la manifestación de una convicción común: En la "educación emancipadora" está una de las claves de la supervivencia de la humanidad, pues ésta implica activar la capacidad de plantearnos preguntas, de dudar de lo que el sistema ordena como “obvio”, “natural”, “de vanguardia” o “no hay de otra”.
Si quienes dirigen la SEP en México o los respectivos ministros en los demás países participantes, hubieran estado presentes en ese encuentro, habrían descubierto lo absurdo de su cantaleta sobre la “innovación educativa”, o lo fuera de lugar que está su didáctica del hilo negro como propuesta de “vanguardia y excelencia”.
Los maestros, inscritos en la pedagogía crítica son profesionales y saben lo que hacen y por qué lo hacen. Saben que la educación emancipadora propicia un intenso debate entre los saberes populares y los saberes académicos, entre el pasado, el presente y el futuro, entre la historia y la modernidad líquida, entre Europa y Nuestramérica, entre la epistemología del Norte y la del Sur.
La educación emancipadora rescata a las personas y a los pueblos de su sentimiento de inferioridad (con respecto a Occidente, a los blancos, a los “letrados”, a los “exitosos”, a los ricos, a los “normales”...) y les da confianza en su propia experiencia de vida, y en que otros caminos, distintos a los que dicta el mercado, son posibles válidos y tienen razón de ser, porque es la propia gente la que los piensa y los construye, según sus condiciones y sus convicciones.
En uno de los foros del Encuentro mencionado, se planteó la necesidad de reflexionar sobre la forma como el pensamiento y el lenguaje de muchos educadores, que intentan estar “a la altura” de las exigencias del mercado, han sido colonizados por éste, lo que los lleva a reproducir sus mismos valores y consignas. El antídoto contra dicha colonización implica, entre otras cosas, aprender a escuchar a quienes no se oyen, porque no se atreven o no se les permite hablar, y a ver a los que no se ven, porque han sido condenados a la oscuridad; a contrastar los brillantes y seductores discursos mercantiles, con la difícil realidad en que vive la mayoría.
Querétaro, 31 de julio de 2019
(Sigue uno último)