¿EL DE AHORA ES UN NUEVO SER HUMANO?

Gonzalo Guajardo González
gguajardoglez@hotmail.com

Mucha gente declara, enfadada, que no quiere poner atención a los medios informativos, pues cada vez transmiten más notas sobre daños a la naturaleza o a los seres vivos (vegetales, animales o, también, seres humanos). En ocasiones se trata de accidentes naturales; pero, con más frecuencia cada vez esas afectaciones ponen de manifiesto ansias de poder, afanes por colocarse encima de los demás o malevolencia para tener riquezas sin límites.

Ilustración de Michelle McGrath

La edición especial 59 de Proceso, dedicada a la era Poscovid, asienta que “México y los demás países del orbe siguen compartiendo viaje en el mismo barco, aunque en camarote distinto”. Así, la cuestión establece varios ángulos: (1) ¿tal viaje implica “una cuota de muerte e incertidumbre” entre “crisis económica, hambre y sueños vanos”?; (2) puede también implicar para todos la pregunta “¿a dónde vamos?”; (3) ¿qué individuos de este criadero humano resistirán hasta el final y con qué consecuencias?; (4) ¿qué otras transformaciones se están sucediendo en cada uno y en qué desembocarán?; (5) en el camino, a qué seres amados se les ha reventado el hilo que los unía con los otros (aún vivos); (6) ¿qué con los que todavía siguen este andar?

Es posible que nadie que aún viva pueda recordar situaciones tan terroríficas como las de ahora. Quienes se enlodaban en las trincheras saben que se batían por guerras emblemáticas, y estúpidas (la 2ª Mundial, por ejemplo), a que se veían sometidos por intereses de truhanes ambiciosos y traicioneros, y también torpes; aquéllos aseguraban que, aun así, parecían poder identificar al enemigo. Actualmente, lo que se ve es, más bien, el disfuncionamiento de un sistema que tiene un poder devastador capaz de aniquilar el mundo y, con éste, al ser humano mismo. Por eso asegura Markus Gabriel que “no conocemos el mundo en tanto superestructura que agrupe y abarque todo lo que conocemos” y que, en contra, “el mundo mismo no aparece en el mundo” (Proceso, núm. citado).

Para M. Gabriel, el Covid-19 no es un mero “accidente climático”, sino la  agudización y el aceleramiento de las contradicciones de la mundialización, pues no se deja digitalizar ni puede ser controlado por ningún sistema financiero; con el virus, no hay ninguna transacción o acuerdo posible. Ataca al ser vivo –ser humano incluido– en su entidad más profunda, su corporalidad y, desde allí, al máximo logro de la modernidad: la esfera privada. La pandemia ha abierto la intimidad al mundo del empleo. La época moderna le obsequió al individuo su propia casa, baluarte de la intimidad inexpugnable. Pero trabajadores, estudiantes, agentes de venta, fabricantes y demás oficios del siglo XXI, apoyados por google, skype, zoom, whatsapp y demás tecnologías de la información se han encargado de profanarla al hacer de ella su home office, a donde tienen acceso tareas de todo tipo y la mirada inquisitiva de los jefes.

A la vez, la pandemia ha llevado al extremo la división del mundo entre poseedores y desposeídos. ¿Con qué tecnología ofrecen sus servicios los cargadores, agricultores, vendedores ambulantes, analfabetos, ancianos, desposeídos? ¿De qué tics se valen los abandonados, niños y jóvenes que no van a la escuela, gente que se dirige a su destino caminando o en vehículos públicos inservibles, gente sin agua en sus casas, sin servicios para el vecindario, ni apoyo para surcar ríos o pantanos anegados por las lluvias, ni para recorrer desiertos y poder conseguir algún beneficio municipal, gente maltratada y agredida día tras día en la vía pública o en el rincón más sórdido de su casa?

¿Cuál es el resultado de la pandemia, en términos de personas a las que aterra salir de sus casas, para no sufrir agresiones, para no contagiarse, para seguir caminando? ¿En qué consiste el ser humano solitario de hoy?