Coloquio internacional: Educación y pandemia / Texto de apertura

Tere Garduño / MEPA

5 de diciembre de 2020

Hasta el día de hoy, el SARS-Cov-2 ha llegado a 188 países, ha infectado a más de 65.8 millones de personas, ha ocasionado la muerte de 1.52 y se han recuperado de la enfermedad 42.2 millones que han adquirido inmunidad contra el virus. Este coronavirus ha colapsado los hospitales, las clínicas, los consultorios; ha parado y fracturado la economía de los países y ha recluido en sus casas a millones de personas. Pero para los sistemas educativos de casi todo el mundo, no pasa nada, la escuela debe seguir; las niñas, niños, adolescentes y jóvenes deben seguir avanzando en sus aprendizajes y completar los programas de estudio. 

Manuel Gil Antón, profesor del Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México, en un artículo publicado el 2 de mayo en Educación Futura (Gil Antón, M. Mayo 2, 2020), inicia con las históricas palabras de Marx señalando que “un fantasma recorre el mundo” refiriéndose a las tareas que la escuela impone en la actualidad a millones de niñas, niños y adolescentes. Permítaseme la licencia de apropiarme de sus palabras para ampliar su pertinente mirada y contundente análisis, para señalar que ese fantasma, es sólo un destello de una legión que lo antecede y busca sobreponer una visión ciega sobre la realidad. Esa legión está formada por Ministerios, Secretarías, Universidades, Asociaciones, Supervisiones, Direcciones y propietarios de instituciones educativas diseminadas en el planeta. Para todos ellos la Pandemia es un evento de menor importancia, lo fundamental es no disminuir el ritmo educativo, no parar los aprendizajes, no modificar ni un centímetro de los planes escolares ni eliminar ninguno de los contenidos de los programas oficiales. 
 
Niñas y niños, adolescentes, jóvenes y adultos deben continuar, trasladando la escuela a casa y recuperando el tiempo perdido. No importa que haya población infantil en pequeñas y escondidas comunidades para los cuales no hay escuela porque no llega el internet, no hay computadoras y los adultos que los rodean son analfabetas. El ciclo escolar debe ser salvado transfiriendo los contenidos académicos a todo el estudiantado y desde luego, examinándose para constatar que todo ha sido vaciado en los cerebros para asegurar la continuidad de la escuela. No importan las dificultades tecnológica mencionadas anteriormente; no importa la enorme presión a la que se somete al magisterio al estar obligado a manejar tecnologías que desconocía, para las cuales no estaba preparado y le significan muchas horas más de preparación que el trabajo presencial; no importa tampoco la inestabilidad emocional que significa tener fuera de casa, en todo el ambiente social, un virus que asesina a muchos, silenciosamente. No importa que la economía se resquebraje, la escuela debe seguir.

Pero hay que advertir que este fantasma es una herencia del neoliberalismo cultural que vivimos hoy en día y que se consolidó de manera importante en la década de los 80’s enraizando en la familia los valores tradicionales conservadores de control con un modelo radical patriarcal de explotación de la mujer y por ende de la sociedad. En él, se planteó a la democracia como una metáfora del mercado concibiendo a la libertad, esencialmente, como libertad económica colocando al capital en el centro del poder. A partir de entonces, el neoliberalismo concibe una sociedad homogénea, que niega las diversidades naturales existentes, consumista de los productos que ofrece el capital al pueblo a quien considera un fiel consumidor.

En ese orden de ideas, el neoliberalismo es fundamentalmente un programa económico que organiza a la sociedad alrededor del mercado y del capital protegidos por un Estado que no ejerce su responsabilidad, restringiendo lo más posible los servicios públicos y ofreciendo al capital la mayor libertad posible de acción en los diversos ámbitos de la vida cotidiana. Esto explica los recortes de los últimos tiempos de los gobiernos neoliberales en salud, bienestar y desde luego, educación. Es así como la educación se ofrece como un objeto más de mercado.

Desde la lógica anterior, no es de extrañar que para el neoliberalismo cultural el control de la escuela como superestructura que asegura el dominio sobre las masas, deba ser regulada de manera única y homogénea. De ahí el poder que mecanismos como la OCDE y el BM tienen sobre la educación en el mundo extendiendo su dominio bajo la lógica de la “calidad educativa” y del logro de los “estándares internacionales”. Ahora bien, en esta pandemia se han desmentido los beneficios de esa escuela prácticamente universal. La escuela homogénea, con valores iguales para todas las sociedades, con un privilegio del individuo (sus esfuerzos, logros y éxitos, todos vistos como producto de un esfuerzo individual) y no colectivo, con métodos verticales y opresivos ha tenido un enorme fracaso ya que ha llevado a las generaciones de los diversos niveles etarios a una gran carga de trabajo con una profunda frustración para enfrentar un fenómeno como la pandemia.

El neoliberalismo cultural exporta, hoy en plena pandemia, a través de las plataformas digitales y los programas televisivos un modelo de escuela impersonal que pretende resolver todas las necesidades educativas. Negando la identidad de los grupos sociales, de los pueblos y de las regiones, propone un discurso único que sólo debe ser vertido desde la escuela sobre las mentes “vacías” de los estudiantes. Este modelo anula para el estudiantado la posibilidad de construir conocimientos y en una lógica autoritaria, le pide repetir y memorizar; obstaculizando la posibilidad de la crítica, el disenso y de la discusión.

El mencionado neoliberalismo cultural ofrece una solución única, patentada y presuntamente perfecta a la sociedad: la escuela neoliberal con una perspectiva educativa que pretende promover un modelo único de sociedad, que garantice el éxito económico a sus usuarios y los aliente a constituirse en alumnos, familias, trabajadores y consumidores perfectos a través del control de calidad sometido a los más altos estándares internacionales. (De ahí la presión en países como México para que mejoren sus puntajes en PISA). Los beneficios de este modelo neoliberal educativo se ofrecen como garantía para perpetuar la protección al capitalismo financiero desde los estados nacionales.

Lo que no advierte esta perspectiva dogmática conservadora, que aparenta modernidad y un ambiente liberal es que desde las epistemologías otras, las del sur, las críticas, las contestatarias, las feministas, las de la educación alternativa y emancipadora, las de los pueblos indígenas y latinos, las de la pedagogía crítica, las de las clases trabajadoras, las de la juventud, las de las infancias, las de los discapacitados, las del mundo rural y el suburbano, las de las madres solteras, las de los migrantes, se han despertado muchas voces que tejen otros conciertos, otras maneras de ver el mundo, otras respuestas de conformación de opciones para lograr construir conciencia de realidad en las nuevas generaciones. Algunas de estas voces hoy se han dado cita en este coloquio internacional para mostrar sus propios paradigmas y compartir sus perspectivas de lucha frente a un poder hegemónico ya no sólo del estado, sino de la empresa educativa internacional que pretende avasallar el nuevo mercado que se le ha ofrecido con las manos abiertas: el mercado educativo con productivos dividendos con una mínima inversión.

Y es así, calladamente, en una construcción cotidiana desde los diversos puntos de la pedagogía universal, que se han construido respuestas propias a través de tiempos diversos, verdaderas pedagogías de la emergencia; unos previos y muchos otros en plena pandemia.

Durante la pandemia se han generado múltiples proyectos. Algunos de cultura culinaria y economía doméstica en la revisión de cómo la dieta familiar se ha transformado y con la participación de huertos familiares que se abren en una perspectiva de apoyo al autoconsumo. A partir de ellos se recuperaron las tradiciones culinarias de las abuelas y se escribieron recetarios familiares. También hubo quien en un proceso de construcción familiar propició la recuperación del árbol genealógico y la escritura del libro de las familias que permite el acercamiento afectivo intergeneracional. Aparecieron jóvenes arquitectos de las viviendas que midieron e hicieron planos para así obtener superficies de paredes y pisos; también se promovió la enseñanza de juegos tradicionales que las personas adultas y las adultas mayores enseñaron a los más jóvenes.

Igualmente hubo docentes en las escuelas de Preescolar, Primaria y Secundaria que tomaron como punto de partida la explicación e investigación sobre el origen de la pandemia, conectando a sus estudiantes con conferencias de científicos que explicaban las perturbaciones humanas que habían llevado al virus a dar el salto de su entorno natural al ser humano. Estos colectivos docentes promovieron el estudio de las pandemias del pasado y su comparación con la situación actual, así como el análisis de la investigación médica sobre el comportamiento del virus y las vacunas. Para muchos docentes la lógica del compromiso social fue evidenciada con el personal de salud y también con los servidores que atienden la provisión de alimentos, seguridad y limpieza.

Todos esos proyectos han marcado nuevas rutas que no necesariamente tomaron como punto de partida los programas escolares, ni las estrategias oficiales, sino la cultura familiar, la vida cotidiana y los espacios compartidos. La propuesta tuvo una buena respuesta por parte de las familias y los estudiantes que pudieron empezar a comprender y a desarrollar resiliencia ante la situación de confinamiento, de riesgo e incertidumbre de la pandemia porque el tipo de intervención educativa les dio cobertura afectiva.

Podría seguir enumerando y profundizando en muchísimos proyectos nacidos en colectivos escolares en comunidades con una fuerte identidad propia autónoma y crítica, con docentes capaces de analizar su realidad y enfrentarla con instrumentos propios y que han tomado decisiones ante currículums oficiales que perpetúan en la escuela la reproducción social del conocimiento para rendir cuentas a un Estado rector vertical y heterónomo. Estamos hablando de una verdadera revolución silenciosa que ha teñido de diversos tonos la coloratura de la pedagogía de la creatividad y la didáctica de la diversidad. Han generado no una propuesta única sino múltiples proyectos tantos como comunidades diversas existen para ofrecer una respuesta educativa propia ante las necesidades locales, siendo alternativas a la homogeneización que hoy quisiera imponer el mercado neoliberal. Este coloquio da cuenta de su existencia y es necesario hacer la promesa de develar este concierto pedagógico de las y los trabajadores de la educación, de las docentes comunitarias y de las pedagogías populares que se oponen de manera contestataria y constructiva a la imposición de un modelo único y privatizador de la educación.