Luis Oscar Gaeta Durán*
El pasado miércoles 16 de diciembre de 2020, el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador (AMLO) anunció que Esteban Moctezuma Barragán (EMB) ocupará el cargo de embajador de México en los Estados Unidos. Derivado de ello, habrá cambios en dirigencia de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Lo que llama la atención no tiene que ver precisamente con las permutas de funcionarios y su reubicación hacia otras áreas de trabajo. Más bien, surgen interrogantes complejas como, por ejemplo: ¿qué va a pasar con la educación en México? y ¿cuál será el rumbo de la enseñanza en la 4T?
Son preguntas difíciles de contestar, pero indispensables para el magisterio nacional y, en general, para todo el pueblo mexicano.
El problema que se presenta no es respecto a quien estará al frente de la SEP, sino que cuestiona básicamente cuál es su visión de la educación y qué tipo de hombre quiere formar.
Si bien el artículo tercero constitucional refiere que el propósito de la educación en nuestro país se orienta a la “transformación social”, dicho planteamiento parece sólo retórica, pues la instrucción no se ha sustentado en un enfoque social, durante el período en que Moctezuma Barragán ha ocupado el cargo de secretario de educación.
Por el contrario, se percibe en las guías del Consejo Técnico Escolar (CTE) y en los discursos pronunciados por el propio secretario de educación el uso constante de un lenguaje altamente “positivo”, “alentador”, “animoso” y “motivador” y, junto con ello, el empleo excesivo de los términos “colaboración” o “trabajo colaborativo” como indicios de un modelo educativo que se asemeja al campo del “emprendimiento”.
Dicha caracterización del sistema educativo mexicano no es una descripción trivial o desarticulada sino que, por el contrario, muestra la forma de proceder de la SEP y su «visión empresarial» en la enseñanza pública. Es una postura que difiriere totalmente de la “transformación social” de México y del lema “primero los pobres”.
Así, las orientaciones “pedagógicas” efectuadas en el sistema educativo mexicano –como el constructivismo, el enfoque por competencias, el Trabajo por Proyectos (TP) y ahora la inclusión de la educación socioemocional– son la muestra de la influencia que tienen las políticas neoliberales en la educación.
Los distintos modelos educativos que se implantan en el sistema escolar son el acompañamiento de los cambios en los procesos de la actividad industrial-empresarial. Actualmente, con la vista puesta en el patrón de rendimiento «posfordista» o «neofordista», se requiere que la escuela se ajuste a las formas y procedimientos de ese tipo de manufactura.
Con estrategias como el trabajo en equipo, la flexibilidad, el respeto a la diversidad, la autonomía, la tolerancia y un discurso de «autosuperación», el modelo posfordista lleva a cabo su «labor industrial» de manera más eficiente y con miras a la eficacia, la calidad y la excelencia fabril.
De esta manera, en la educación se han incluido dichas formas de proceder; junto con ellas, la exaltación de los valores de mercado –como la certificación, la gestión, la evaluación y la rendición de cuentas– son parte del catálogo que la educación básica reproduce.
Tal como sucede en la esfera empresarial, la adaptación y la capacitación de los profesores se lleva a cabo mediante cursos que se sustentan en la psicología positiva y la exaltación de la emotividad. Tener trabajadores felices y conformes con sus condiciones de explotación es una técnica que el sector productivo ha usado con fruición en los últimos años y que últimamente parece adecuado para el ámbito escolar.
Precisamente, las estrategias de motivación, autoayuda y trabajo colaborativo fueron las banderas de presentación con las que EMB dio rumbo a la educación básica en México. Su visión, similar al «emprendedurismo», es la que se aplicó a la instrucción de las niñas, niños y adolescentes –incluso, se utiliza en algunos cursos de capacitación docente–.
De ahí que la escuela pública ha fomentado una educación que se sustenta en los preceptos neoliberales del mercado. El desempeño de EMB –al frente de la SEP– no escapa a la visión de la instrucción como herramienta para reproducir la fuerza de trabajo y el modo de producción capitalista.
El sentido social de la educación que el artículo tercero constitucional propone quedó desplazado por un modelo educativo de carácter neoliberal. Mediante una instrucción que antepone la emotividad, la afectividad y la subjetivad de los individuos por encima del conocimiento del mundo objetivo, la enseñanza se supedita a las estrategias de mercado.
Ahora, con el ejercicio exclusivo de la educación a distancia o digital, se pone énfasis en la idea de “autodidactismo” –como lo refirió Moctezuma Barragán en una reunión con la Universidad Panamericana (UP) –. Aunado a ello, con la proliferación de la ideología del sujeto como “proyecto”, como hombre libre, hacedor de su propio destino y de su aprendizaje, se asestó el golpe de gracia a la educación pública.
El hombre emprendedor, el individuo dueño de su propia empresa y de su destino: es el que se ha promovido durante el período de EMB al frente de la SEP. Por el contrario, el sujeto crítico y consciente de su compromiso con la clase social a la que pertenece y con el momento histórico que vive quedó fuera de la visión neoliberal del secretario de educación.
Sin embargo, ante el panorama que se presenta en la SEP, queda saber si la persona que asuma el compromiso de sentarse en la silla que alguna vez ocuparon José Vasconcelos o Jaime Torres Bodet tendrá un nivel de comprensión del fenómeno educativo lo suficientemente amplio para promover un trabajo a favor del pueblo mexicano y de una educación que transforme verdaderamente a México en beneficio de la clase trabajadora (los pobres) y que vincule a la escuela con la sociedad.
* Profesor de primaria pública en Querétaro.