La educación básica en México y el culto a la subjetividad

No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia. Carlos Marx

Luis Oscar Gaeta Durán

Las políticas neoliberales en la educación pública, disimuladas como “reformas educativas”, determinan las condiciones laborales y profesionales de los trabajadores de la educación y, además, tienen efectos pedagógicos graves en los sistemas escolares.
 
Aldo Tonelli

 
Así, desde los años 90 hasta la actualidad, en la educación mexicana se han incorporado cambios constantes, obligatorios para los profesores, tales como alteraciones en las relaciones laborales del magisterio e inclusión de enfoques y metodologías para la formación de los estudiantes.
 
A partir de la «psicologización de la enseñanza» –incluido el constructivismo–, la instrucción en nuestro país convirtió al estudiante en el centro del «aparato escolar» («paidocentrismo»), es decir, se asignó a niñas, niños y adolescentes en el núcleo del sistema educativo mexicano.
 
De igual manera, con el «enfoque por competencias» y, junto con él, la visión del «trabajo por proyectos», se legitimó un maremagnum de técnicas y formas para enseñar que dieron lugar a una educación de «culto a la subjetividad», es decir, se estableció un «totalitarismo del Yo».
 
Ahora, con la integración de la «educación socioemocional», el «absolutismo pedagógico» hace más evidente el «culto a la personalidad», pues el cultivo del conocimiento pierde importancia, ya que se establece que los afectos y las emociones son más trascendentes que el saber y su organización –necesarios para aprender o, en su caso, para enseñar–. Se establece, así, el «subjetivismo» por encima del razonamiento lógico y se atiende, con primacía, la condición afectiva de los educandos, supeditando el conocimiento a los estados de ánimo de los estudiantes. Lecciones, debates, discusiones y demás procesos educativos son sustituidos por encuentros, charlas y pláticas con pretensiones motivacionales, amenas y sustentadas en condiciones individuales, a las que se considera más importantes para educar a los sujetos.
 
Con ello, el relativismo escolar deviene en la educación básica como resultado de políticas y metodologías subjetivistas que en la escuela se han adoptado para «salvarla» –según discursos oficialistas– de las «malas» prácticas pedagógicas de la «enseñanza tradicional», consideradas arcaicas y represivas en este ámbito. Valiéndose de la educación integral como argumento y, con ella, de una formación presuntamente basada en los preceptos de libertad, igualdad y democracia, se ha colocado al individuo como punto de referencia de la educación; con ello, a la vez, se está sustituyendo a los maestros, de referentes primordiales de la enseñanza y el aprendizaje, en mediadores, guías, facilitadores o amigos, que no son más que eufemismos para anularlos del proceso educativo.
 
Durante su paso por la Secretaría de Educación Pública, EMB (Esteban Moctezuma Barragán) sustentó –según propias declaraciones– la idea de colocar a niños y jóvenes en el centro del sistema educativo, lo cual, en la lógica de EMB, no escapa al tema que aquí se discute y que, además, permite entender lo que ocurre en nuestro sistema educativo.
Con el culto a la subjetividad en la educación, la escuela sufre un vaciamiento que se refleja en la catastrófica disminución de contenidos académicos y da, como resultado, la incorporación legitimada de la ignorancia, pues más que enseñar o aprender, importa ofrecer ese ambiente ameno que podría garantizar una «escuela feliz».
 
La «verdad» y la «objetividad» son minimizadas en el proyecto escolar y los prejuicios se vuelven ejes casi exclusivos en la formación. La escuela neoliberal reproduce en los procesos educativos la ideología dominante y las relaciones de producción, además, de alienar al ser humano.